¿Qué pudo provocar tales
conductas humanas?
Ricardo Lagos al presentar
el informe Valech
I
Si yo dijera nombres
no significarían nada
Si yo dijera nombres
me responderías con otros
nos responderían con otros
que no significarían nada
Los nombres no están vivos
Fueron carne un día
Alma que se pudrió en la carne
acaso todo lo que alguien puede ser
pero hoy no están vivos
y el cadáver del alma aún respira
en el cuerpo
De los nombres no quedan marcas
Se borran a conciencia
como el hedor a sangre y orines
en el cuarto del pau de arará
Así que los nombres no importan
Importa mi respiración
que aún reconoce esta sala
que aún me trae el aire seco
las horas incontrolables
el foco las sillas los baldes
la caja de teléfonos
Todo ordenado y claro
como si regresáramos al trabajo.
II
El mar es el mismo en todas partes
Un enorme ruido sordo
que bordea la tierra
El mismo en todas partes
Los pesqueros no se escuchan
ni los peces entre las redes
o las gaviotas sobre las cuerdas
Sólo el mar
un helicóptero en la madrugada
cuatro o cinco de nosotros
y los prisioneros en el piso
Un enorme ruido sordo
que arremolina todos los ruidos
como si fuera lo único en el mundo
Sin embargo aquí nadie hace ruido
Aquí traemos silencio
Puntos en la indiferencia oceánica
Del pau de arará se quedaron colgando
los alaridos los llantos las furias
Los prisioneros viajan muertos
de horas días meses
de haber muerto entre nosotros
Nosotros viajamos muertos
de no saber cuándo vivimos
Pero al mar no le gusta el silencio
y los lanza a la costa
para llenar mi voz
de su escandaloso silencio.
III
Hay noches demasiado largas
en ciertos sitios del mundo
Entramos y salimos
y ahí sigue enredada
a los tubos de neón
y cuando los llevamos
al piso inferior
ya es otra vez la noche
Un cuarto sin ventanas
y las sillas metálicas
Eso es para mí la noche
Una lámpara en medio
el pau de arará
olor a vómitos
y camisas sudadas
A las seis o a las siete
cenamos en mi casa
si regreso temprano
Mis hijos mi esposa y yo
en el comedor
y una lámpara en medio
Pero nadie me interroga
porque a la hora de la cena
no se habla del trabajo
y después ya es la noche
Una demasiado larga
en cierto sitio del mundo.
IV
En el salón estamos solos
Íngrimos como dirían los portugueses
cada quien con su saudade
aunque nos rodean
oscuras risas gritos oscuros
y los temblores ahogados
del submarino seco
Porque los prisioneros no están
Está el dolor el insulto el ruego
pero no ellos
Los que no están y sin embargo existen
si los nombras
si los nombra una calle
una plaza
un muelle de la memoria
No como nosotros
íngrimos en este cuarto
como si aquí hubiéramos nacido
como si aquí hubiéramos muerto
y la vida entera allá afuera
El palo volador
es lo único verdadero
El alma desarticulada
en la piel chamuscada
Lo único verdadero
Lo que nos nombra
para que no existamos
El pau de arará
como dirían los portugueses.
México, D.F. agosto de 2005