Sin ética no puede haber revolución
Opinión
No pude impedir el robo, aunque el chofer y su ayudante previnieron una y otra vez a los pasajeros que subiríamos al bus en la parada del Mercado “Roberto Huembes”, para viajar hacia la entonces fresca ciudad de Jinotega, sepultada bajo la bruma. Momentos después de haberme acomodado con placidez en el asiento, creyendo haber esquivado a los ladrones, busqué la cartera que sólo unos minutos antes me había pasado de una bolsa trasera a una delantera del pantalón, pero ya no estaba. Me la habían robado impunemente. Varias oleadas de calor recorrieron mi rostro, abofeteándome, y una angustiosa sensación ...