La realidad como inspiración y la cultura entre letrinas
Opinión
Recuerdo mi infancia donde creí que el San Nicolás de la barba blanca y cachetes rosados tenía su fábrica de juguetes en el Polo Norte, con su señora esposa, sus pequeños ayudantes, la pandilla de renos y aquel trineo mágico que muchos quisiéramos tener, sobre todo con los actuales precios del petróleo. Siempre fui creyente de los cuentos infantiles, quizá porque los cuentos que leemos y escuchamos de niños son en esencia eso, magia y fantasía. Si el lector de esta columna nació en Nicaragua, sabrá que dejar la infancia no representa el final de estos cuentos fantásticos. Ellos nos ...